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Poetas / No.

Para sorpresa de nadie: voy con retraso. Me acabé la poesía completa de Idea Vilariño en el mes de octubre y hasta ahora (¡diciembre!) no había podido sentarme a escribirlo. Leí del tirón los dos ¿poemarios? (ya hablé de esto) que me quedaban y cerré el libro con la pena infinita que genera el final de las cosas bellas. Pienso que me gustaría vivir para siempre en un poema suyo, estar siempre dentro de su poesía pero no como protagonista de ninguna historia sino como cuerpo sintiente que nunca ve cortado el flujo de belleza. Decía Simone Weil algo así como que a los demás objetos de deseo queremos poseerlos; lo bello es lo que simplemente queremos que exista. En mi caso: que exista siempre presente, jamás interrumpido, constantemente apreciado.

Poetas es la reunión de tres poemas rabiosos, dedicados respectivamente a Charles Baudelaire, a L.V. (¿ideas?) y a Rubén Darío. El primero ya merecería la pena nada más que por su arranque («También tú / hijo de perra / también tú te moriste») pero es que el tercero es sencillamente grandioso. No soy yo fan de Rubén Darío (leí Azul en su momento y desde entonces para mí representa todo lo que siempre me había repelido de la poesía) y coincido bastante en esto con el juicio de Roque Dalton, pero Vilariño consigue no sólo sacarme una media sonrisa sino construir un poema profundamente bello y absolutamente nada cursi (cómo podría).

Si mi suposición es cierta y la propia Vilariño ha ordenado y compuesto su poesía (no he querido buscar la información, supongo que sería aceptar renunciar al misterio), No tiene entonces sentido como un goteo precioso de poemas que pudieron (y al mismo tiempo no) ser el mismo. 58 poemas numerados y escritos en una horquilla de cinco décadas que acaba el año 2000 y empieza en 1951. Todos salvo dos están fechados, y su orden parece no responder a ningún criterio cronológico ni lógico. Sino tal vez (deseo) a la propia sensibilidad de la autora, a la necesidad precisa pero siempre injustificable de que las cosas sean exactamente así y no de cualquier otra manera. No es, en fin, un poemario de estupefacción ante la vida. Todas sus piezas son brevísimas: dos, tres, máximo diez versos o líneas que parecen haberse caído por casualidad encima de la hoja en blanco. Y que condensan toda la sensualidad, la atmósfera y la atracción extraña del resto de la obra de la poeta.

Releyendo ahora para escribir esto, de nuevo: la ambición de vivir dentro del libro, de absorberlo en un cierto sentido. 5 de junio de 1962 (16): «Qué asco / qué vergüenza / este animal ansioso / apegado a la vida». 12 de diciembre de 1989 (13): «La noche más callada / la más quieta / más desplomada entera sobre mí». 1968 (10): «Decir no / decir no / atarme al mástil / pero / deseando que el viento lo voltee / que la sirena suba y con los dientes / corte las cuerdas y me arrastre al fondo / diciendo no no no / pero siguiéndola».

Pues eso: dejaos llevar por la vida, dejaos llevar por el deseo. Y leed a Idea Vilariño.

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