Llevo un tiempo dándole vueltas al modo en que están ordenados los poemas en la Poesía completa de Idea VIlariño editada por Lumen. No es cronológico, eso está claro, pero la ausencia de prólogo o de explicación alguna complica entender por qué algunos están prácticamente sueltos y otros, como en este caso, parecen agruparse según criterios temáticos. ¿Lo decidió así la autora? ¿Hay una mano editora detrás a la que se le ha negado la firma? ¿Fueron publicados en unidades compactas en su momento, o existieron en un primer momento como poemas aislados, sin conexión aparente? No lo sé, y he decidido que no quiero saberlo hasta que acabe todo el libro. Prefiero conocer a la poeta por su obra, ir haciéndome poco a poco mi propia idea sin la influencia que la realidad siempre ejerce.
Fuese o no un poemario en sí mismo inicialmente, Nocturnos me ha parecido lo más arrebatador que hasta el momento he leído de Idea Vilariño. Con poemas que abarcan desde las décadas de 1950 y 1960 hasta (puntualmente) 2001, se podría decir que su principal característica común es precisamente esa: están escritos de noche. Y la noche los empapa y los desborda de una manera inconfundible. Tanto, que se hace imposible imaginar que ninguno de ellos hubiera podido ser escrito de día.
Vuelve a aparecer la muerte, pero una muerte distinta a la de anteriores poemarios. Aquí la muerte es una acción, un algo en movimiento que llega y se supera. Quizá vinculada («Si muriera esta noche / si pudiera morir / si me muriera / si este coito feroz / interminable / peleado y sin clemencia / abrazo sin piedad / beso sin tregua / alcanzara su colmo y se aflojara») al sexo de una manera lógica. O una muerte que es otra cosa: la soledad absoluta, la soledad física del «Y nadie a quien poder / abrazarse llorando» escrito por alguien que firma el poema con un: 3.30 h. Imposible escribir esto de día.
Nocturnos ha sido mi poemario de junio y me ha dejado, a veces, con la respiración cortada. Qué cosa tremenda Idea Vilariño.