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Stone Butch Blues.

La traducción de Stone Butch Blues el año pasado por Antipersona (ahora Levanta Fuego) fue algo así como el bombazo del año en lo que a editoriales independientes y literatura política se refiere. Se dijo que era «novela de culto en la comunidad LGTBI» y que estaba considerada «una de las mejores novelas estadounidenses del siglo XX». Nunca antes había oído mencionar, sin embargo, el nombre de Leslie Feinberg. También se habló mucho del precio: 12€ por un libro de más de 500 páginas, y justo ahora con lo caro que está el papel, menuda locura editorial, a quién podría habérsele ocurrido.

Stone Butch Blues es la historia de Jess Goldberg, una butch nacida en Buffalo en alguna fecha próxima a 1950. No es necesariamente una historia autobiográfica (la autora da las gracias al equipo editor, en la nota sobre la edición por el 20º aniversario, por haberle permitido retirar su cara de la portada evitando confusiones con un personaje ficticio), pero es innegable que las vivencias y la comprensión del mundo de Leslie Feinberg empapan la novela con una intensidad especial. No sólo el contenido, también la forma: fue Feinberg quien dejó escrito que daba permiso indiscriminado para traducir y publicar su obra, siempre que el objetivo no fuera el lucro privado y que el precio de venta no fuera superior a lo necesario para cubrir costes. De ahí los 12€.

No sé qué esperaba de la lectura, pero hay dos factores que lo han descuadrado todo. El primero es geográfico: Buffalo no es Nueva York ni San Francisco. Los relatos de disidencia a los que estamos acostumbrados, aún con toda su carga de dolor y dureza, se desarrollan mayoritariamente en escenarios donde el encuentro colectivo es al menos posible. Stone Butch Blues no. Y ese descuadre nos abre la puerta a descubrir otras vidas, que siempre estuvieron ahí a pesar de no ser filmadas. El segundo desajuste es temporal: frente a la narrativa esperada que da siempre comienzo en 1968 en el Stonewall Inn, la vida de Jess comienza mucho antes. El movimiento de liberación LGTBI la alcanza ya como mujer adulta, con demasiadas decisiones tomadas a sus espaldas y una identidad formada que ni ella misma comprende pero que difícilmente parece encajar con las nuevas categorías propuestas.

Hay más factores en la lectura, claro. La principal es la clase. Por la propia trayectoria vital de Jess (el trabajo en las fábricas, las consecuencias físicas sobre el cuerpo, su entrada en el sindicalismo) y por el contraste con las mujeres universitarias que se empiezan a organizar en tanto que lesbianas (la primera vez que Jess pronuncia esa palabra es en la página 249 del libro) a finales de los años sesenta. Porque Stone Butch Blues es una novela LGTBI, pero también (y al mismo nivel) una novela de la clase obrera. De las personas reales que la componen y que ponen sus cuerpos y sus vidas por delante: en los piquetes, en las comisarías, en las máquinas que te mutilan y ante los caseros que te roban todo lo que tenías.

La clase está presente también (imposible de otra forma) en la manera en que el género se expresa y se performa, una de mis obsesiones del último tiempo. El diálogo entre Theresa y Jess a colación de las lesbianas universitarias y sus códigos de género (no demasiado masculinas, pues no quieren parecer hombres; no demasiado femeninas, para demostrar su liberación política) es una de las partes que más me han tocado en lo personal de todo el libro, y que más útil me parece para pensar un montón de debates contemporáneos. Cómo nos expresamos, el modo en que la identidad está constituida en buena medida no por nuestras propias decisiones sino por las violencias estructurales que éstas generan (llorando a raudales con el capítulo de las hormonas), todo lo que sugiere la maravillosa aparición del personaje de Ruth y la manera en que la autora consigue hacernos ver como natural y evidente la conexión entre Duffy y el movimiento por las libertades sexuales.

El de Leslie Feinberg es un libro precioso, arrollador, que te llena de dolor y rabia pero también de amor y esperanza, y que finaliza dejándote un montón de sensaciones buenas y una siembra de emoción en el cuerpo. Si sois de quienes buscáis una lectura que enganche y algo más larga de lo normal para verano, id a por ésta sin duda.

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