Esta primera entrada de 2022 debería haber sido, para hacer justicia, la última de 2021. Prosemas o menos fue mi poemario de diciembre y el antepenúltimo de las obras completas de Ángel González. Para las recién llegadas: bienvenidas, bienvenidos. Comencé 2020 abriéndome este blog y marcándome el propósito de aprender a leer poesía. Dos años después, aquí estamos. Podéis encontrar la poesía que he ido leyendo bajo la etiqueta #unpoemarioalmes o la categoría correspondiente. Hay también una etiqueta llamada «Ángel González» donde encontraréis las críticas y reseñas de los ocho poemarios anteriores.
1985. Dice el poeta en la contraportada de Palabra sobre palabra que «si acabé escribiendo poesía fue para aprovechar las modestas habilidades adquiridas por el mero acto de vivir», y me parece una fórmula preciosa para describir varias cosas. Me gustaron mucho sus primeros poemarios (especialmente Sin esperanza, con convencimiento), cargados de una belleza más abiertamente política (o social, que prefieren algunos) a pesar de la censura y de una ironía mordaz y socarrona. Después tuve una crisis con la actitud del poeta de hombre de mediana edad, especialmente con algunas de sus aproximaciones y recuerdos a las mujeres y el sexo. Ahora, sin embargo, en la entrada de la vejez, González vuelve a mostrarse fantástico. Y diría que Prosemas o menos es, ante todo, un poemario sobre la vida.
A diferencia de otros títulos del autor, estructurados en partes complementarias o conectadas entre sí por un hilo argumental, no he logrado encontrar relación entre los seis capítulos del libro. Con temáticas y aparentemente motivaciones diversas, parecen haber sido publicado juntos por simple motivo cronológico: han pasado siete años ya desde la publicación de Muestra, corregida y aumentada… «American landscapes» es, sin duda, el capítulo que más fría me ha dejado. De «Sobre la tarde», «Teoelegía y moral» y «Poemas amatorios» rescato algunos poemas, pero la sensación general ha sido más bien ajena. En «Diatribas, homenajes», sin embargo, el poeta recupera su tono jocoso tan excepcional para presentarnos un catálogo de las principales actitudes entre sus homónimos. Los homenajes sinceros de Ángel González a Juan Ramón Jiménez (J.R.J.) o Blas de Otero merecen mucho la pena, pero las diatribas sobre las distintas edades del poeta o las preguntas existenciales de los eruditos universitarios son sencillamente brillantes.
El poemario se cierra con un apartado llamado «Biografía e historias», que comienza con uno de los poemas más bonitos del título, «Pretexto»: «No fueron tiempos fáciles, aquellos. / Me amamantó una loba. / ¿Quién si no? / Yo no tengo la culpa / de haber bebido / desde tan joven tanta sed de sangre, / tanto deseo de morder la vida, / tanto amor». Hay una declaración por parte del autor, no siempre realizada de manera explícitamente consciente, de amor inmenso a la vida. Se nota ya una edad que no abraza sin embargo con pánico sino con una mezcla de tristeza y celebración. Rescato aquí, para cerrar, otro poema precioso: «Al final de la vida, / no sin melancolía, / -comprobamos / que, al margen ya de todo, / vale la pena. / Poco de lo restante prevalece». Leed a Ángel González y amad mucho la vida.