Desviades: normalidad gay y anticapitalismo queer.

Siguiendo con las reseñas pendientes, Desviades fue sin duda una de las mejores cosas que leí en 2023. Publicado inicialmente en la serie Historical Materialism de Brill y traducido al fin por Sylone y Viento Sur, el libro es una bomba en varios sentidos y llega al contexto del Estado español en el momento preciso. Cuesta imaginar que hace diez años su contenido hubiera podido tener el tipo de acogida amplia que ha tenido ahora, no sólo porque ciertos sectores del ala izquierda del movimiento estén insertos en debates en torno a temas como la abolición de la familia, sino precisamente porque la emancipación de género y las problemáticas queer han roto el cerco del gueto movimentista/ultraizquierdista para apelar a sectores amplios de la sociedad. Muchas cosas median entre aquella famosa pancarta feminista que duró en la acampada de Sol apenas 24 horas (sin que nadie viera en ello un motivo para ponernos serias) y este comienzo de 2024 desde el que escribo. Una importante, aunque no la única, fue el proceso de las huelgas feministas.

Desviades es un libro de esos que te va abriendo caminos en la cabeza conforme avanzas en la lectura. Su autor logra, con un estilo ultra accesible, desgranar una multitud de temas complejos y vincularlos a planteamientos políticos y vitales más amplios y centrales. Su posicionamiento (teórico y práctico) como marxista le proporciona las herramientas necesarias para escapar de la pulsión a la sectorialización que a menudo amenaza a la política LGTBIQ (así como a la feminista) e integrar los problemas sexuales en una compresión global de la sociedad y su funcionamiento. Tuve la oportunidad de entrevistar a Peter Drucker con motivo de la gira de presentación del libro que hizo en noviembre, y creo que en la conversación se aprecia ese esfuerzo suyo por reivindicar la especificidad no como separación sino como motivo para la solidaridad y la alianza.

Sin partir de los conceptos contemporáneos como si de verdades universales e ahistóricas se tratara, Drucker despliega un análisis materialista histórico de las relaciones same-sex (término empleado en el libro para referirse de manera más amplia al deseo y las relaciones eróticas entre dos personas definidas como varón o dos personas consideradas mujer) al que incorpora dos elementos no problematizados en la actualidad (la edad y los vínculos de parentesco) y un tercero cuya potencia reconocemos pero no solemos explotar (la clase). Su propuesta de que los patrones hegemónicos de comportamiento same-sex varían, junto con la norma de género, a partir de las transformaciones del modo de producción (de manera no mecánica ni inmediata, pero a partir de ello en todo caso), integra la historia LGTBIQ en el desarrollo global de la Historia y anula la pretensión de construcción de genealogías lineales a partir de la historicidad del presente.

Hay varios momentos del libro que disfruté especialmente. Varios de ellos tienen que ver con temas que me interesan y atraviesan de manera especial (los afectos, el deseo, la familia); otros, con preguntas sin resolver que he comentado en ocasiones con amigas y compañeras, sin llegar nunca a una respuesta satisfactoria. Desviades acaba con las preguntas mismas, muestra lo que estaba mal en ellas y nos impedía alcanzar la sensación de estar comprendiendo nada. Es un libro delicioso, de los que lees siendo consciente de cuánto estás aprendiendo. Verdaderamente una gozada. La desvinculación entre prácticas e identidad (algo que sólo empieza a estar unido en ciertos tipos de capitalismo), el no dar por hecho la unión entre sexo y relación romántica (ni entre cualquiera de ellos y la forma «pareja»), la problematización histórica de las distintas formas en que las relaciones same-sex se han correspondido o no con performance de inversión de género, la defensa del placer erótico como bien en sí mismo y de la estabilidad y ternura de los vínculos como forma de escapar de la mercantilización de los mismos.

Quizá la parte, si no novedosa, sí más trascendental del libro (y en todo caso una síntesis brillante de aportaciones anteriores), sea el capítulo que explica el surgimiento de la identidad homosexual (gay/lesbiana) como algo únicamente posible en el Capitalismo, y siempre a partir de la invención también en el Capitalismo de la identidad heterosexual, algo inexistente antes. Los párrafos en los que Drucker defiende la objetivación de los seres humanos como algo intrínseco a toda relación personal y potencialmente positivo en el sexo son verdaderamente geniales. El problema no es, por supuesto, la cosificación sino la reificación capitalista. En el Capitalismo, el objeto de deseo se reifica, se convierte en una cosa que puede por tanto ser separada de todos los condicionantes contextuales y culturales externos: el momento, la conversación, la simpatía que te despierta una persona, la conveniencia familiar del vínculo o el estado de excitación sexual que te haya provocado antes alguna otra cosa, por poner ejemplos. Es este proceso de reificación el que permite que el género de la persona sea un factor relevante hasta el punto de primar por encima del resto. El género se convierte en sí mismo, contra toda lógica corporal, erótica (cultural) y mamífera básica, en el objeto de deseo.

No haría justicia al trabajo de Drucker sin reseñar el enorme esfuerzo que ha realizado (algo tristemente poco común) por escapar de la comodidad de la historiografía de los países imperialistas y escribir desde una base de documentación mucho más amplia. No se trata sólo de la nutrida bibliografía: el libro recoge aportaciones, comentarios y opiniones de amigues y compañeres del autor, militantes queer y marxistas de países como Filipinas, Indonesia, Túnez, Brasil o Sudáfrica. Descentrar el marco de análisis para ser capaces de elaborar hipótesis más justas y acertadas, que no se propongan como viables para unos pocos sino que se construyan desde la alianza con todos los movimientos por la emancipación que surjan en el mundo.

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