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La crisis de la socialdemocracia.

Otro de los libros que leí este verano fue La crisis de la socialdemocracia. Yo había leído ya prácticamente todas las obras de Luxemburgo centradas en el combate estratégico (el debate con Bernstein, su elaboración de cómo se articulan las dimensiones económica y política de la lucha de clases a partir de las huelgas de masas en Rusia, etc.), pero todo lo referido al apoyo del SPD al gobierno alemán en la Guerra Mundial lo conocía por análisis posteriores y no directamente por la propia Rosa.

En esta edición de Akal se incluye, además del conocido como Folleto Junius, las Tesis sobre las tareas de la socialdemocracia internacional que Luxemburgo escribió para el Congreso de la Internacional de 1915. El conjunto es una panorámica global a la catástrofe histórica que supuso la aceptación socialdemócrata de los marcos bélicos de la burguesía en 1914 y del pacto de la Unión Sagrada (la aceptación de una tregua en la lucha de clases para unir fuerzas en la lucha entre pueblos). La posición radicalmente pacifista de Rosa Luxemburgo (que no ingenua, moralista ni timorata) y su comprensión de las profundas implicaciones que tendría la Gran Guerra es de sobra conocida. Como esto no pretende ser un análisis exhaustivo del texto y ni siquiera una suerte de reflexión política sobre el mismo, voy a limitarme a comentar dos cuestiones que me han parecido interesantes.

La primera es el nivel de barro y fango que la dirección socialdemócrata aceptó asumir a cambio de mantener su posición social y no ver peligrar su integración en el aparato del Estado alemán. Luxemburgo dedica toda una primera parte a contrastar titulares y editoriales de la prensa socialdemócrata con apenas pocas semanas de diferencia, en los que es evidente el cambio radical de planteamientos desde una retórica llena de radicalismo estético a un llamado al orden y al cumplimiento con los deberes cívicos. Resulta muy interesante ver el modo en que la guerra «contra el zarismo» se vende como una defensa de las libertades y de la posibilidad de existencia de las izquierdas. Luxemburgo cuestiona que ningún tipo de pacto de paz social pueda jamás ser beneficioso para la clase trabajadora, denuncia el modo en que la claudicación del SPD le hace el juego a los intereses imperialistas de Alemania y sus aliados, y señala algo que hoy en día es necesario repetirse a menudo: que a los tiranos sólo deben y pueden derrocarlos sus propios pueblos. Rusia lo haría tres años más tarde.

El segundo aspecto que quiero destacar ocupa menos espacio pero fue (quizá por mis intereses particulares) el punto que más me hizo reflexionar de todo el libro. Dice Luxemburgo que «es una ilusión necia creer que basta con sobrevivir a la guerra, como un conejo se oculta bajo un arbusto hasta que pase la tormenta, para seguir alegremente su camino al paso acostumbrado cuando todo amaina. La guerra mundial ha cambiado las circunstancias de nuestra lucha, y sobre todo nos ha cambiado a nosotros mismos«. Sabemos que la guerra transforma al Capital y modifica sus dinámicas, sus modos de explotación y desposesión y todas sus violencias derivadas. Pero ese nosotros mismos se me ha metido en la cabeza de manera obsesiva desde entonces y no paro de darle vueltas a cómo la psicología humana y la imaginación política se ven afectadas por la realidad terrible de la guerra o por el ejercicio directo de la violencia.

(Nota mental: enfrentar de una vez la tarea siempre postergada de leer a Benjamin y otros pensadores que vivieron el horror del fascismo y la Segunda Guerra Mundial y escribieron de manera más o menos sistemática sobre la violencia. Porque cómo construir un mundo libre y nuevo con hombres y mujeres arrasados).

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