Otra reseña que llega tarde. Tuve el gustazo de estar acompañando a Pepe y a Cristina cuando vinieron a presentar el libro en Zaragoza hace unas semanas, y me habría gustado tener tiempo para escribir esto justo antes o después de ese día. No pudo ser y tampoco ahora puedo explayarme como querría, pero mejor esto que nada.
Como punto de partida: leed La apuesta perdida. Los autores logran dos cosas importantísimas: romper con el imaginario de lucha sectorial que acompaña al movimiento y ofrecer, en un libro extremadamente breve, una visión amplia del puzle de fenómenos que tienen como consecuencia (no como causa) la invasión de los barrios obreros por parte de las casas de apuestas. O lo que es lo mismo: aprovechar la preocupación social por el auge de la ludopatía y la normalización de las apuestas para poner sobre la mesa toda una serie de procesos menos superficiales (más subterráneos) que minan nuestras vidas.
Más allá de la premisa de que las casas de apuestas contribuyen a acelerar los procesos de extracción de valor por fuera de la relación laboral, tres aspectos de los analizados en el libro me parecen especialmente relevantes. El primero es la pasarela que conecta la inseguridad como eje vertebrador de la vida en el capitalismo neoliberal con la incertidumbre de la apuesta. Y su reverso: la asunción de riesgos, el cálculo de posibilidades diario que implica la existencia precaria, como antesala de la normalización del riesgo de la apuesta.
El segundo elemento que me hizo parar la lectura para pensar (qué gran cosa cuando pasa) es el modo en que Pepe y Cristina bosquejan a autoconvicción de la persona que apuesta de estar ganando a la banca. Como si las casas de apuestas no fueran propiedad y no estuvieran gestionadas por algunas de las versiones más descarnadas del capital (bien en su versión familiarista, bien en forma de fondos bruitre) sino que fueran, por el contrario, espacios de libertad arrebatados a la lógica de acumulación donde es posible que cualquiera sea más listo que el banco. Enlaza aquí como versión sublimada, claro, el tema de las criptomonedas.
Y por último está el tema que se deja adivinar en el subtítulo del libro y que acaparó (seguramente por mi culpa) buena parte de la charla de presentación: el derecho a la ciudad. La ciudad como una relación social al más puro estilo lefevriano, el debate sobre el uso intensivo del espacio público y la misma definición de éste, la espiral que va de la racialización de los cuerpos a la permisividad para con su existencia, pasando antes por el acceso desigual al espacio íntimo o privatizado y la necesidad de lugares que poder decir compartidos. Creo de verdad que hay que dar gracias a Cristina y a Pepe por haber escrito esto.
La apuesta perdida acaba con un capítulo final que trata de saltar desde el análisis marco de la problemática concreta a la propuesta política más amplia. Y si bien algunas propuestas me parecen verdaderamente sugerentes (de manera específica: la forma de problematizar el demandismo de los movimientos sociales), creo que como cierre falla en varias partes. En primer lugar, la propuesta de cómo pensar conjuntamente particularismos y universidad aparece aislada del resto del desarrollo, seguramente porque se trate de un planteamiento gestado al calor de otros debates y de otras polémicas que no son el objetivo del libro. En segundo lugar, la pretensión de que las denominadas luchas (autónomas) «por el territorio» sean el contenedor que organice todo movimiento emancipador me parece errada, fruto de un pensamiento demasiado situado en la metrópoli en su doble sentido: en la gran ciudad y en la Unión Europea. Y por último, aunque entiendo que no era el objetivo de los autores, echo en falta una reflexión más aterrizada sobre ejemplos de prácticas concretas que existen y han existido en la lucha por invertir esa relación social que es, al fin y al cabo, el espacio urbano.