Traducción de una compilación publicada originalmente en catalán por Tigre de Paper, En defensa de Afrodita es un libro que contaba ya con una década de existencia antes de que hayamos podido leerlo en castellano. A pesar de ello, algunos de los textos que se recogen son de lo más interesante que he leído al respecto. El artículo central, «Desmontando la cultura de la monogamia», logra tres cosas fundamentales: problematizar nuestro marco relacional al completo y no únicamente las relaciones de pareja, demostrar el modo en que la monogamia funciona como un sistema generador y legitimador de violencias, y desmontar algunos de los clichés más importantes de la norma monógama.
Na Pai, el autor principal del libro (responsable del artículo central y de varios otros, y traductor/editor de algunos más), conceptualiza políticamente la monogamia como un sistema de exclusión que jerarquiza y compartimenta nuestros afectos, que nos reprime sexualmente y que condiciona nuestras expectativas vitales. Me ha parecido especialmente interesante el modo en que analiza los celos y las infidelidades. Es, creo, la primera vez que leo que la monogamia no se basa en una exclusividad sexual real sino en la expectativa de la misma, y que el poner los cuernos forma de hecho parte del propio sistema monógamo. La hipocresía de tolerar la ocultación y la vergüenza, pero escandalizarse ante el diálogo y el acuerdo mutuo, salta así a la vista.
Muy buenos son, también, los apuntes acerca del no determinismo emocional (las emociones están construidas social e históricamente y pueden por tanto trabajarse) y la clasificación que establece para las relaciones en base a cuatro elementos principales: economía, afinidad, afecto y sexualidad. Rompiendo el estrecho marco de los vínculos de pareja, se trata de un esquema que me ha resultado muy útil para pensar también la forma en que están construidas las relaciones paterno/materno-filiares (la mía con mi madre) y las bases de posibilidad para la construcción de amistades sólidas.
El hecho de que la versión original de En defensa de Afrodita apareciera hace diez años explica posiblemente por qué algunos de los textos que se recogen parecen estar orientados demasiado limitantemente hacia el gueto en vez de sostener la voluntad de transcenderlo. No pretendo afirmar que las discusiones en torno a la cultura de la monogamia sean un tópico mainstream en la actualidad. Pero es incuestionable que la publicación de Pensamiento monógamo, terror poliamoroso de Brigitte Vasallo en 2018 supuso un giro radical en la manera de abordar las no monogamias y una ampliación del marco debate. Se acabó ya, por suerte, el dar por hecho la pertenencia de la gente a asambleas de espacios autogestionados o a colectivos feministas.
Durante la lectura de algunos de los capítulos, tenía la sensación extraña de encontrarme ante debates que estaban ya superados o ante presupuestos de los que yo no quiero participar. La estimación del número de relaciones correcto que Na Pai hace en algún momento puede ser útil para algunas personas, pero yo lo considero innecesario, taxativo y desconocedor de las diferentes situaciones o momentos vitales. Algunos de los textos de la segunda parte, especialmente el de los códigos de clasificación y el dedicado al sexo colectivo, parecen dar por hecho un sujeto lector homogéneo en sus entornos relacionales y en sus códigos culturales. Un poco a raíz de este regusto, algunas ideas:
1. Hay una ausencia importante en todo el libro de la problematización del factor tiempo. La única vez que se hace referencia al mismo de manera explícita, Na Pai lo resuelve con un «yo no veo la televisión» grosero y despreciativo, que indirectamente niega la existencia de un problema real de escasez de tiempo en las sociedades capitalistas contemporáneas. Cuidar bien los vínculos, sean del tipo que sean, requiere una cantidad ingente de tiempo. Muchas de las dificultades que tenemos para construir y conservar amistades sólidas y permanentes en el tiempo vienen de esto: apenas sí podemos dedicarnos correctamente a una o dos personas. Todo cuestionamiento global de nuestro marco relacional debería partir de este hecho.
2. Algunos capítulos pecan de despreciar u obviar la importancia de la responsabilidad afectiva – o, dicho de otro modo, parten de posiciones de un fuerte egoísmo emocional. Supongo que es una fase por la que todas hemos pasado: si racionalmente esto es justo, ¿por qué debería limitarme a la hora de llevarlo a cabo? Nuestras acciones tienen consecuencias, entre las que en ocasiones entra el dolor ajeno. Despreciar este dolor o pretender que no nos importe, sólo porque su origen sea una serie de prejuicios y tabúes instaurados socialmente, podrá ser beneficioso para nuestro placer inmediato pero no tiene ninguna otra consecuencia más allá de dañar a gente que puede que apreciemos.
3. Los aprendizajes emocionales (y aún en mayor medida los desaprendizajes) son lentos y costosos, como bien se reconoce en múltiples ocasiones a lo largo del libro. Pasar de la comprensión y aceptación racional de un tema (en este caso, el sinsentido de la exclusividad sexual y de la jerarquización y compartimentación de nuestros vínculos) a su interiorización corporal es siempre un proceso largo. Sin reflexión y discusión al respecto no es posible el avance; tampoco sin experimentación práctica en nuestros afectos. Comprender la monogamia como un sistema, como un todo que condiciona nuestras vidas incluso y fundamentalmente fuera de la pareja, nos permite romper con la idea manida de que rechazarla consiste en ampliar nuestra vida sexual mientras mantenemos intacto el resto de nuestro esquema relacional. En ese sentido, me ha gustado mucho el capítulo «Relaciones infinitas»: es precisamente a partir de una ruptura con la forma que para los hombres debe adoptar la amistad que el autor comienza a replantearse el conjunto de las relaciones de su vida.
En defensa de Afrodita es un libro valiente, y lo fue sin duda mucho más hace diez años. «Desmontando la cultura de la monogamia» es de lo mejor que he leído sobre el tema, y algunos otros textos realizan también aportes extremadamente útiles para ofrecer a quienes observan con reticencia el debate sobre las no monogamias. Más allá de formulaciones concretas, dos ideas clave: que el amor no es un bien escaso que haya que racionar, sino que se multiplica ejerciéndolo; y que la comunicación y la plena disposición a escuchar y comprender, la no necesidad de ocultar, son ingredientes fundamentales para toda relación sana. Ninguno de estos factores tienen cabida en la cultura de la monogamia.
*Una versión más completa de esta crítica ha sido publicada en la revista CTXT.